LA CANCIÓN DEL PARIA

"... y siempre voy vagando... y si algún día siente, mi espíritu, apagarse la fe que lo alumbró, sabré morir de angustia, más, sin doblar la frente, sabré matar mi alma... pero arrastrarla no" (O. Fernández Ríos)

lunes, 9 de enero de 2017

LA DILIGENCIA EN MERCEDES, SORIANO Y URUGUAY

LA DILIGENCIA EN MERCEDES

La comunicación mantenida con el Sr. Juan Francisco Bacigalupe, carmelitano radicado en Montevideo, nos permite conocer una página de la revista “Mundo Uruguayo” de julio de 1937:
“Antiguos medios de locomoción. Diligencia de Mercedes a Dolores, único medio de locomoción para viajeros, que desde 1890 a 1920 fue dirigida por “Antolín”. Cuarteador de esta diligencia, Antolín González, radicado actualmente en Carmelo, ganó desde 1890 al 97, $ 2.50 mensuales. Mayoral del año 97 hasta 1920, a pesar de su reconocida pericia, sólo percibía un sueldo de $ 20. “Antolín” añora aún aquella época en que su látigo y su voz hacían resoplar a la caballada de la diligencia”.
Indagamos algunas páginas que relacionan a Mercedes con este tipo de locomoción:
MONTEVIDEO-MERCEDES EN TRES DIAS (1856)
Tomemos como fuente a Carlos Echinope Arce:
“La diligencia demoraba tres días en el recorrido Mercedes-Montevideo. Salía de Montevideo los días 5, 15 y 25 de cada mes a las 5 de la mañana y de Mercedes hacia la capital del país los días 10, 20 y 30 a la misma hora. Pasaba por la Villa de San José.
Precios de los pasajes: de Montevideo a Mercedes y viceversa: 12 patacones. De Montevideo a San José y viceversa 4 patacones (640 reis), de San José a Mercedes y viceversa 7 patacones (460 reis).
Se admitían 20 libras de equipaje a cada pasajero y se cobraban 80 reis por el excedente.
La Agencia se encontraba en calle Uruguay Nº 25.
Nótese el uso de la moneda brasileña en 1856. La moneda nacional comenzó a circular en 1840, pero por muchos años circuló moneda extranjera con poder cancelatorio”.

MERCEDES – DOLORES
Alvaro Kröger, sobre un texto de José María Fernández Saldaña nos cuenta:
“… en la última etapa sólo en las dimensiones y en la conformación del techo que sostenía la baca diferían las diligencias de un “breack” grande, con sus asientos largos bis a bis y su única puerta trasera.
Así era la que me condujo de Mercedes a Dolores en 1908, por el mismo camino que en 1868 recorrían las diligencias de Tomás Lozano, saliendo de Mercedes los días pares y regresando de Dolores los impares”.

“… Hacia el oeste tomaban las diligencias de Mercedes, que constituían la rama principal, haciendo escala en Colorado, Santa Lucía, San José, Guaicurú, El Perdido y Corralito.
En Mercedes había un coche que salía los martes y viernes para Fray Bentos ajustando con el itinerario de los vapores de Salto.
La empresa de Menéndez y Leyva hacía semejante recorrido y mantenía idéntica combinación”.
EN DILIGENCIA A MERCEDES
Del libro “En la Banda Oriental”, de Hermann Burmeister (naturalista, paleontólogo y zoólogo nacido en 1807 en Prusia y otras biografías lo sitúan alemán y radicado en Argentina, donde se le ofreció la dirección del Museo Público y fue fundador de la Academia de Ciencias Naturales de Córdoba. Entre sus publicaciones:
“Historia de la creación” (1843), de pensamiento anti Darwin, recorrió buena parte de América del Sur).
“DE CONSTRUCCION ABSOLUTAMENTE EUROPEA”
“… frente al Rincón, a orillas del río Negro, se encuentra la pequeña ciudad de Mercedes, meta de mi excursión.
El 15 de diciembre viajé rumbo a Mercedes. En estas regiones existen cuatro maneras de viajar: como simple jinete con una bestia de carga y un sirviente; en coche, ya sea en cabriolé o en la diligencia y en lentas carretas tiradas por bueyes. Por varios motivos debí escoger la diligencia, que recorre la distancia desde Montevideo a Mercedes en tres días. Se recorren cuatro a cinco leguas hasta llegar a determinadas postas, allí se cambian los caballos y en una de ellas, preparada para tal fin, se pasa la noche. En estas postas se brinda al viajero un lecho, una buena cena y también el desayuno.
En las provincias argentinas no se encuentran estas comodidades. La estancia de la posta destinada a los pasajeros es en la mayoría de los casos un establo vacío y a lo sumo tiene algunos catres, una mesa y un par de sillas, pero la cama debe llevarla consigo cada viajero y pagar bastante por su transporte. Las comidas son malas y mezquinas y casi no se consiguen bebidas. El vino, el té, el café y todos los alimentos que se desee tomar con excepción de la carne, quedan a cargo de las propias provisiones del viajero.
La diligencia en la que reservé mi lugar era de construcción absolutamente europea; una sólida carroza con cabriolé y cupé con capacidad para doce personas. Siete caballos: cuatro en la primera fila uno junto al otro, dos adelante y uno en la punta tiran del carruaje y lo llevan sobre piedras y troncos a vertiginoso galope. El caballo de la punta va montado por un peón al igual que el último de la izquierda. Un jinete que galopa junto al carruaje fustiga de tiempo en tiempo a los caballos con un látigo largo y al mismo tiempo conduce una docena de caballos sueltos que se tienen siempre a mano para reemplazar a los de tiro al cabo un de un par de leguas”.
“LAS DILIGENCIAS ALEMANAS NO TIENEN NOCION…”
“Así se va por valles y colinas, a través de ríos y arroyos sin demora hasta que al cabo de dos o dos horas y media se llega a un rancho donde se cambian los animales y se puede tomar un refrigerio. Por lo general, ese rancho suele ser un local de venta de todas las mercaderías necesarias para el campo, desde telas para vestidos, arreos para caballos, implementos agrícolas, platos, copas, cuchillos y tenedores a aguardientes, vino y golosinas secas. En uno de los extremos de la casa hay un escaparate protegido del sol por un toldo, debajo del cual se encuentran a ambos lados bancos de tierra para descansar. Allí se adquiere cuanto se necesita y se puede conseguir.
En una hora se recorren 2 a 3 leguas, de manera que en un día se hacen 20 a 25 leguas, o sea 12 a 15 millas alemanas, unas dos millas por hora. Las diligencias postales alemanas no tienen noción alguna de la velocidad con que se hacen estos viajes. Una milla cada hora es la velocidad máxima que se espera de un postillón imperial prusiano y si llega con antelación se le castiga. Por supuesto, en Europa los caballos no se desploman sin vida en el camino, lo cual no es raro en este país. Al mismo tiempo, no hay vestigio alguno de carreteras bien trazadas. La senda por la cual se marcha es una vía trazada sin arte alguno, a menudo sin ninguna huella. Se extiende sobre la superficie natural como viene. Cuando uno se asoma por la ventanilla del carruaje cuesta creer que se puede transitar por semejantes caminos. Por cierto, no hay troncos y piedras como mencioné anteriormente a modo de metáfora. La leña escasea en el país y los guijarros sólo aparecen en la cercanía de las cuchillas o en algunos arroyos, pero no en las praderas que son usadas como pasturas y como calles. Sin embargo abundan las
irregularidades del terreno sobre las que la diligencia vuela a galope tendido, mientras en su interior los pasajeros se bambolean de aquí para allá al punto de perder todo sentido. Por una empinada cuesta la desatada horda se precipita al río. Por todas partes salpica el agua y la loca carrera convulsiona la corriente que se cubre de espuma. Con la misma frenética velocidad se asciende por la orilla opuesta del río en medio de la gritería de los cocheros y el restallido de los látigos. Las pobres bestias bregan con terrible esfuerzo y no es raro que alguna caiga muerta en el lugar. Ningún cochero alemán consideraría posible semejante viaje. No obstante, en estas latitudes se realizan a diario sin que haya quejas. Nadie se preocupa por los pobres animales ni contempla sus sufrimientos. Quien osare exteriorizar sus pensamientos al respecto, se expondría a la risa y las burlas de los presentes que lo tomarían por demente. El peón flagela a los caballos con indignante indiferencia, cuando aminoran la marcha extenuados por el esfuerzo o se detienen. Con sus grandes espuelas, cuyo diámetro es el del platillo de una taza de té, lo espolea en los flancos con tanta brutalidad que le hace manar sangre y le arranca jirones de piel. Nadie da muestras de compasión. El dueño sólo piensa que la pobre bestia es su propiedad. Pagó por ella y en consecuencia tiene derecho a torturarla hasta causarle la muerte si se niega a obedecerlo. Su religión le enseña tener compasión por los seres humanos porque están bautizados, pero no por los animales que no han sido rociados con agua bendita. A su juicio, fueron creados por Dios para ser atormentados”.
“MILLARES DE OVEJAS DISEMINADAS…”
El viaje en diligencia Montevideo-Mercedes le permite describir lo que ve. Entre otras cosas:
“La primera jornada de viaje de Montevideo a San José es la más entretenida, pero no la más importante para el naturalista. Se sale de la ciudad antigua pasando por el mercado y por una escarpada ladera peñascosa situada a mano izquierda donde no hay aún ningún camino trazado, se baja a la orilla de la bahía que aparece rodeada por una vasta y lisa playa de arena, sobre la cual como sobre una pista natural, algunos jinetes adiestran a sus caballos o juegan pequeñas competencias. A la derecha, sobre una costa arenosa, algo elevada, aparece una hilera de casas de mal aspecto, en su mayoría tabernas frecuentadas por gente ordinaria. A la izquierda se extiende la superficie de la bahía y en el fondo se eleva el cono regular de unos 160 m de altura del Cerro de Montevideo. Frente al mismo emerge de la bahía la pequeña Isla dos Ratos donde funciona el establecimiento de cuarentena…” “…los rebaños componen la principal posesión de un terrateniente oriental: numerosas cabezas, cien a quinientas término medio, pero hay ganaderos cuya hacienda comprende dos mil y más cabezas y éstos de manera alguna se cuentan entre los más ricos. Cualquiera sea la dirección de la mirada se ven sobre los campos las masas de varios colores, semejantes a típicas franjas manchadas que dan prueba concluyente de la inmensa cantidad de animales de tiro y de matadero que son criados en las llanuras de la Banda Oriental. Millares de ovejas diseminadas en las vastas praderas comparten en apacible calma los pastos con los caballos y las vacas, pero sin mezclarse con ellos. Cada animal se asocia con los de su especie. Se separa de las otras y les deja pastorear sin molestarlas. De ordinario, el ganadero rioplatense sólo se dedica a la cría una sola clase, pues no se puede explotar las tres con buenos resultados parejos. Sólo cría caballos, vacunos u ovinos y mantiene tantos ejemplares de las otras dos clases como lo que le son menester para su propio uso…” “… la mujer también ostenta su frescura sólo de los doce a los dieciséis años de edad y luego decae el encanto de la juventud, reemplazado por una típica actitud sin alma, sin vida, cuya vacuidad llama enseguida la atención del extranjero acostumbrado a alternar con las damas. Su principal deseo es contraer matrimonio lo antes posible y
aquel con quien ya no es posible, pierde todo valor a los ojos de la mayoría de las jóvenes damas. Por esta razón no desperdician su tiempo acercándose y hablando con él. Detrás del pueblo, los cercos…”
MERCEDES – FRAY BENTOS
Los barcos que hacían la carrera Salto-Buenos Aires comenzaron a detenerse en el puerto de lo que luego sería Fray Bentos. Se establece entonces en 1857 una línea de transporte por diligencias con Mercedes. Se hacía diariamente y los viajeros se embarcaban en los pailebotes o para continuar viaje hacia Gualeguaychú, Argentina. Funcionaba la posta de diligencias y hostería de Pons y Florenza. Fray Bentos nacería luego con el nombre de Villa Independencia en 1859.
DILIGENCIAS EN EL CRUCE DEL RIO NEGRO
Del libro “Para una historia de Los Arrayanes” de José Olazarri, en su capítulo IV “Cuando nace el Uruguay”: “Pasaron tres décadas y como el cargo de Maestro de Postas del Correo se transmitía por herencia, Bernardino García Cuadra lo dejó a su hijo Juan Bruno Cuadra y Montes de Oca, a quien le sigue su sobrino Antonio Peralta. Esto se modificó luego, el gobierno, ya oriental, comenzó a rematar el usufructo del paso. Lo obtuvo Luis Meirelles de Castro en 1853, cobraba por el servicio de balsas los siguientes precios: …”
“Meirelles de Castro se desempeñaba como agente de embarcaciones fluviales y en su declaración de impuestos del año 1860, aparecen cinco barcos de su propiedad y también como “dueño de diligencias”, sobre lo que seguidamente nos extenderemos:
En 1852, inmediatamente de firmada la paz que dio término a la Guerra Grande, se organizaron los primeros servicios para el transporte de pasajeros, desde Montevideo. La empresa más importante era la “Compañía de Mensagerías Orientales”, acompañando el aumento de población en el interior del Uruguay, distribuía el correo con cinco carreras principales de diligencias que tenían su centro en Montevideo. Una de sus terminales se ubicó en Salto, cruzaba por el litoral del río Uruguay. Se establecieron postas –una de ellas en el paso de Mercedes, margen derecha del río Negro- a lo largo de los caminos que recorría. Se hallaban separadas por distancias de hasta 50 km, y era el lugar donde se recambiaban las tropillas y si era necesario, dando posada a la noche. Allí vivía un encargado con su familia, casi siempre en ranchos de adobe y techo de paja, con algunas habitaciones. En un espacio común estaba el fogón con calderas, ollas y asador, donde se recibía y daba de comer a quienes cruzaban…”.
LA PRIMERA EL 22 FEB. 1857
“…Los carruajes eran grandes, de cuatro ruedas, a veces divididos en un par de ambientes, con varios asientos, ventanillas y pescante, tirado por 4 o 5 yuntas de caballos. Cuando llovía mucho y los caminos se volvían barro, se le sumaba las cuartas. El vehículo podía transportar hasta 8 o 10 personas y carga, en el techo se transportaban los bultos mayores. Lo dirigía un mayoral a quien acompañaban dos peones, uno era el cuarteador. Aquel era responsable de la correspondencia una vez establecido el sistema regular de correos, y avisaba con un toque de corneta, su llegada a la posta.
En la establecida por Meirelles de Castro, con el costo del pasaje de 6 patacones, podía transportarse sin cargo 20 libras de equipaje (9 kg, la libra equivale a unos 450 gramos). La primera que unió regularmente Mercedes con el puerto de Fray Bentos –recién nacía con el nombre de Villa Independencia- corrió el 22 de febrero 1857. En combinación con los vapores antes mencionados, “salen del otro lado del río los mismos días a las 10 de la mañana. Para pasaje de diligencia ocurran al Sr. Cames (Confitería
del Comercio en la plaza)...” Ese “otro lado del río” es sin lugar a dudas Los Arrayanes, y su destino el atracadero que en dos años, pasó a ser el eje de la nueva población fundada en las costas del río Uruguay.
Su destino se extendió a Gualeguaychú en Entre Ríos con la que había fluido comercio. Aunque población de alguna importancia, estaba tan poco organizada que usaba la cárcel de Villa Soriano para sus presos. Y en el caso de fallecimiento, se mandaban los cajones desde Mercedes donde se organizaba el servicio fúnebre, aquellas población carecía de empresas en el ramo.
Mientras tanto no todo era fácil para Meirelles, entre otros tuvo problemas con Manuel Pereyra, que en marzo 1861 cruza “peones, familia y maderas para la población que está haciendo del otro lado del río Negro. No se ha podido cortar dicho abuso pese a las advertencias“. Meirelles se dirigió al Capitán del Puerto a fin de detener las dos embarcaciones del antes mencionado, lo que así se efectuó. Lo citamos, porque de acuerdo a lo expresado, Pereyra sería uno de los pobladores pioneros en la zona de Los Arrayanes o sus inmediaciones. En el mismo año el vecino Antonio Basté, que ejercía el cargo de “Delineador” de la ciudad, solicita un terreno en calles de las Artes (actual Colón) y De la Ribera (avda. Asencio).
El permiso de Meirelles caduca en 1864 y es entonces que Basté al año siguiente, instala un hotel y a la vez una balsa (12), monopolizando el uso del muelle Treinta y Tres para cruzar pasajeros y dar hospedaje a quienes lo requirieran, logrando así un doble beneficio. Cobraba un real por persona y otro a cada caballo, pero con los pasajeros de las diligencias “se arreglaba convencionalmente”. Llegamos a noviembre 1867, cuando Pedro Henríquez Peña y otros se quejan que Antonio Basté ha tomado como suyo el muellecito de piedra de pasajeros, privando del servicio al público que colaboró para hacerlo. Agrega que: “la piedra fue sustraída del campo de mi propiedad sin mi consentimiento, no arrancada sino levantada de un muelle que allí había, y del que quedan aun algunos restos… de lo que no reclama por ser eso en beneficio público y no particular… Quiere ser solo para imponer el precio de su pasaje. A Basté sólo le interesa atraer los pasajeros de las diligencias a su fonda” (com. pers. Esc. Alfonso Arias)...”

AUTOMOVILES POR DILIGENCIAS, 1911
En trabajo independiente que complementa su libro sobre Los Arrayanes, José Olazarri agrega:
“Tres recopilaciones de Emilio Hourcade Leguísamo sobre el río Negro de la prensa mercedaria entre 1857-1892, 1910 y 1930, arrojan nuevas luces sobre dicho lapso para lo que fuera escrito en “Para una Historia de Los Arrayanes”, de nuestra autoría. En ellas se refleja que la calidad del servicio de balsas del río Negro era discutida, por más que se vislumbran otros intereses de acuerdo a la tendencia politica de los medios, en épocas de resentimientos y aun odios partidarios. Igualmente aparecen sucesos que muestran otros tiempos y situaciones, que seguidamente transcribimos, y que por desconocerlos, fueron omitidos en su momento.
A ello podemos agregar lo sucedido con la aparición del automóvil que se iba popularizando rápidamente como medio de transporte para pasajeros. Pero fue recién el 1º de julio 1911, que se proyecta un “Servicio de automóviles” 5 en sustitución de las diligencias, entre Mercedes y Fray Bentos que según lo que en párrafos siguientes se narrará, en pocos meses fue efectivizado. Por los años ´20 comienzan las polémicas sobre las balsas que cruzaban el río Negro, aun no estaba el puente de ruta 2.
Las escolleras merecen unas líneas, tanto se repite equivocadamente sobre la construcciòn de las mismas, que tuvieron como fin tareas de personal del Ministerio de Obras Públicas procurando mayor navegabilidad del río, siempre con problemas en el estiaje. Y finalmente agregamos una descripción poco conocida de un paseo a la Fuente que ya llevaba el nombre de Asencio en 1946, antes Chaná, y que es sin dudas un verdadero emblena para Los Arrayanes, hoy convertido prácticamente en un barrio de Mercedes, si bien con autonomía mayor y dependiendo del Departamento de Río Negro...”

LAS DILIGENCIAS
“…El 27 de octubre 1857 llegó esta nueva diligencia destinada a la conducción de pasajeros de Mercedes a Fray Bentos, y viceversa. Los numerosos pasajeros que de Gualeguaychú se dirigen a este punto tienen hoy un medio de efectuarlo por muy poco dinero, con comodidad y prontitud. El viaje de M a G se hace yendo hasta FB en la diligencia y atravesando luego el Uruguay y río Gualeguaychú con un total de 6 o 7 horas. La nueva diligencia es nueva, liviana, fuerte, con capacidad para ocho personas”, según el periódico Río Negro, 29/10/1857.
Hallamos además este aviso en la prensa de Mercedes, febrero 1875: “Empresa de Diligencia Fugasa y Shulze. Desde el presente mes queda al servicio público una diligencia, perteneciente á la razón social arriba mencionada. Hará la carrera diariamente, de Fray-Bentos a las 6 de la mañana para Mercedes y de Mercedes a la 1 de la tarde para Fray-Bentos. El precio del pasaje vale un peso; las encomiendas convencional. Los vecinos que necesiten caballos como para ir hasta el saladero Bopicuá, en la posta de esta Diligencia los tendrán por un módico precio. Agentes: en Fray Bentos D. Octavio Rupprech, en lo de D. Bautista Tatti. En Mercedes Fernandes y Díaz, y en lo de Basilio Chelle. Mercedes Febrero de 1875”.
LAS POSTAS DEL CORREO
De la historia del Correo surge:
“En los años que siguieron, hasta nuestra independencia, los progresos del servicio de correos fueron muy escasos, variando poco su organización colonial, no llegaban al interior sino solo a Buenos Aires. La lucha contra los ingleses, españoles y portugueses desplazaron la atención hacia otros fines de interés vital.
El establecimiento del Correo Nacional en realidad comienza con el nombramiento del primer Administrador General de Correos de la Provincia, realizado
el 21 de diciembre de 1827. Es verdad que con anterioridad había personas encargadas de la conducción de correspondencia, tales eran los maestros de postas y postillones, en su mayor parte designados por jefes militares y a las órdenes de los mismos, los cuales prestaban servicios de acuerdo con las necesidades del ejército. Era un organismo rudimentario sin normas fijas, falto de centralización y regularidad. En la misma época se redactó un reglamento provisional para las postas de la Provincia.
El día 1º de enero de 1828 abre sus puertas por primera vez en Montevideo la Administración General de Correos, En setiembre de 1829 se fijó una tarifa que comprendía: correspondencia común, impresos, certificadas, encomiendas y dinero. Por un decreto de noviembre del mismo año fueron sacadas a licitación 133 postas, correspondientes a los nueve departamentos de la República, más 7 que funcionaban entre Salto y Bella Unión. Se establecía un contrato por el término de tres años, por el término de tres años, siendo obligación sostener para cada posta 50 caballos de silla y de tiro para el servicio del Estado y los particulares.
No se crea por ello que durante esos años no hubo que vencer enormes dificultades, los servicios se cumplían con grandes sacrificios. Los maestros de postas renunciaban a sus cargos, pues su penoso trabajo no era remunerado con regularidad, se les adeudaban cuatro y hasta cinco años de sueldo, llegándose a situaciones extremas por no haber personas que quisieran desempeñar tareas tan ingratas y poco lucrativas. Para subsanar las deficiencias mencionadas fue menester utilizar soldados de la Policía. Las administraciones de los pueblos sufrían el mismo mal, con frecuencia no se encontraba persona que las tomara a su cargo gratuitamente.
Por razones de economía en enero de 1832 el Correo pasó a ocupar un nuevo local, siguiendo ese tren de reducción de gastos, en el año 1834 sólo quedaron cuatro carreras de posta: 1ª Montevideo a Santa Teresa, 2ª Solís a Cerro Largo, 3ª Montevideo a Salto y 4ª San José a Colonia. A mediados del año 1835 Oribe suprimió todas las carreras de postas existentes. La conducción de correspondencia se hacía por empresas particulares subvencionadas. La intensa crisis económica determinó esas medidas, ya que el servicio resultaba excesivamente costoso para el Estado. Los servicios de correos quedaron enormemente resentidos dando lugar a serias protestas por parte de la prensa y la población en general debido al retraso en la recepción de la correspondencia. Se denunciaron casos como el siguiente: una carta salida de Montevideo para cualquier punto del litoral tardaba tres semanas.
En la Guerra Grande Como es de imaginar para el Correo los recursos mermaron dentro de un ambiente de guerra. De ahí la inactividad completa de los servicios terrestres, sólo los militares recibían y enviaban correspondencia por medio de chasques.
En el año 1852 se hizo un llamado de propuestas para la conducción de correspondencia para el interior. El Gobierno las rechazó por considerarlas muy caras disponiendo que el servicio fuera atendido por particulares. Los Correos saldrían de Montevideo los días 1º y 16, regresando los días 14 y 30 respectivamente de cada mes. Se hizo un contrato con Atanasio Lapido para el servicio de Correos de toda la República, estableciéndose las condiciones siguientes: Cinco carreras de postas con sucursales en varios puntos; salidas ordinarias los días 1 y 16 de cada mes; contribución
$ 100 mensuales y contrato por seis años. Los resultados fueron francamente favorables apreciándose rápidamente la eficacia y regularidad del servicio. Deben tenerse en cuenta las dificultades de todo orden que era necesario vencer para hacer llegar la correspondencia a los más apartados lugares, en aquella época, cuando los recursos eran escasos, los medios primitivos, los obstáculos opuestos por la naturaleza muy frecuentes, y la seguridad relativa”.
Publicado en Semanario Entrega 2000 de Mercedes, Uruguay, en el año 2008

jueves, 5 de enero de 2017

OBRERO Y ESCOLAR (El viejo ómnibus de los papeleros)

A la hora señalada comenzaban a verse las túnicas blancas de la escuela. Emergían desde todos los sitios para congregarse en "La esquina", lugar estratégico del Barrio Pamer desde donde partían caminos en cuatro direcciones. Las moñas azules venían caminando los mediodías para encontrarse todos junto a "lo Pastore", el viejo bar repleto de telarañas en el techo, adorno supremo.
Algunos se adelantaban a la hora para jugar a la bolita, demostrando habilidades natas en este juego y llevándose, por supuesto, las mejores, luego de previas apuestas a bastante discusión. Todo un arte, desde el primer momento de pisar fuerte una bolita para hacer el hoyo y gritar clásicas frases o las mediciones con las manos o los pies en noventa grados detrás de nuestra bolita, esperando que no se la llevasen. Por un costado otros dejaban ver las "figuritas" de los álbumes del momento. Habilidad notoria para irlas pasando de mano en mano mientras el otro rápidamente decía: "la tengo, la tengo, la tengo... ¡no la tengo!" Entonces se daba paso a la ardua negociación de intercambio para llegar al trato justo o lo que había que ceder por conseguir una "difícil", la "sellada".
Mientras tanto quien sabe qué hablarían las niñas, varias de ellas expertas en la confección de pomposos anillos con hojas finas de palmeras, las cuales eran cortadas en cuatro con el filo de las uñas y entrelazadas luego con gran destreza. De repente el más pendiente cortaba la tensión del juego mientras gritaba: "allá viene", señalando al viejo ómnibus sindical papelero que doblaba a su izquierda pasando por el puentecito de la cañada.
Se terminaban rápidamente los "arrime pared" guardando las redondas latitas que tenían pintados los jugadores de fútbol de la época, aquellos que sólo conocíamos de la radio o del diario.
De vez en cuando un grito: "¡apurate!", avisando a algún retrasado de la presencia del transporte escolar.
Fábrica y Barrio Pamer - Foto de periódicocentenario.com.uy

Eran finales de los 60 y también comienzos de los 70. Generalmente conducía Donatti. Rostro serio, como para no dar pie a actitudes de bandidos. Ubicado en la "caseta" del ómnibus, separada ésta del resto del pasaje, salvo una ventanita que a veces abríamos para darle algún aviso: "falta fulano". El ómnibus tenía ese lugar para el chofer solo en un costado, al viejo estilo inglés, a la derecha, claro. Al fondo se ponía para la ocasión un cerramiento de madera para evitar que los niños pasaran al pasillo trasero que daba a una puerta de salida siempre abierta. Por alguna esporádica ocasión, cuando la situación lo requería, el chofer se bajaba de su sitio, abría la puerta delantera del ómnibus y tan sólo eso bastaba para que todos volvieran a ser buenos niños con caras de angelitos.
Desde la Pamer hasta la Escuela 1. Con las típicas actitudes de alboroto de niños que vivían el transporte como una aventura. Donde había que subir primero para ir eligiendo los mejores lugares o aquellos sitios que hacían volar la imaginación.
Al regreso cosas parecidas. Bajar la escalera de la Escuela, girar apenas a la derecha para encontrarse siempre el ómnibus estacionado que nos llevaría de regreso al barrio. En ocasiones algún escolar de la ciudad cubría su curiosidad y se subía al viejo ómnibus, perdiéndose luego en trayectos no conocidos, alarmando a sus padres, pero satisfaciendo su ansia de aventura.
Todo el año, todos los años. Casi siempre Donatti, nuestro referente, el hombre de confianza de nuestras familias en el peso de una gran responsabilidad. También en días de lluvia, de invierno. O días de creciente, donde había que saber si se podía "pasar" la cañada o había que dar la vuelta larga e ingresar por la Ruta 14. Más aventura todavía.
El destino de regreso volvía a ser "La esquina". Allí donde el viejo ómnibus giraba pesadamente para concluir su noble misión... una de ellas.
No era precisamente éste el ómnibus, pero muy parecido si.


Cada ocho horas los obreros papeleros iban y venían de la fábrica. Todos los días. En el intervalo de la tarde el pasaje obrero pasaba a ser escolar. Con el paso de los años los uniformes blancos de moñas azules se mezclaban con los liceales del Campos.
Un buen día nació la 110, en un pequeñito y alargado salón que la fábrica papelera destinó para la ocasión. Mientras tanto comenzaba la construcción de esa nueva Escuela 110, donde hoy está.
Publicado en el libro "Gente Noble"-Editorial Entrega 2000-año 2012