LA CANCIÓN DEL PARIA

"... y siempre voy vagando... y si algún día siente, mi espíritu, apagarse la fe que lo alumbró, sabré morir de angustia, más, sin doblar la frente, sabré matar mi alma... pero arrastrarla no" (O. Fernández Ríos)

viernes, 26 de febrero de 2010

FRANCISCO FRANCIA

Un recuerdo para mi abuelo Francisco Francia (panadero), casado con mi abuela Emma Sixta Rezzónico Busca. De él descendemos los Zefferino-Francia, Marotta-Francia, Sánchez-Francia y Francia-Souberville.
Está de pantalón claro y abraza a su hermano Abel ("Pichón"), de pantalón oscuro.

martes, 23 de febrero de 2010

CAMILO BECADO

Comparto una alegría proporcionada por mi hijo Camilo Gabriel. Recibió una beca de estudios que le facilita así la continuidad en su formación terciaria. Unos cuantos euros (por una sola vez), pero que ponen de manifiesto su seriedad y compromiso como estudiante. Como padre me enorgullece. Aquí lo vemos defendiendo al Club de Baloncesto Calviá el pasado miércoles en el primer partido por la fase de ascenso, con victoria. Ahora sólo falta que Calviá suba de categoría!!!
foto de básquetbalear.com

sábado, 20 de febrero de 2010

URUGUAY EN EL MERCADILLO




Este trabajo en cuero, con base de madera, de 30 cms. de diámetro, lo compré en el "rastro" o "mercadillo" o feria que los sábados a la mañana se instala en el Polígono Son Bugadelles, contiguo a Santa Ponsa. Réplica de moneda uruguaya estaba a la venta en el puesto de un marroquí. Precio inicial de 5 euros y el lógico regateo, muy usual, hizo que el precio quedara en 3.
Fue durante el paseo junto a los mercedarios Andrés Toneguzzo y Enrique García.

lunes, 15 de febrero de 2010

LOS CLUBES SOCIALES

Los clubes son como un engranaje social imprescindible en la cultura del sorianense. Ir al club, llámese sede, es la inevitable ronda nocturna donde pasar el rato, comentar las novedades del equipo, tanto de pesca o ciclismo o ver practicar si de básquet o bochas se trate. El mostrador, la barra de todos los días, las reuniones de la comisión y todas las novedades sociales del entorno. Las fotos colgadas en la pared, los trofeos exhibidos en la vitrina y las comidas, caseras, hechas por cocineros de ocasión o el tradicional, pero juntos en una mesa larga sostenida por caballetes en el club de los amores.

Todos los equipos de fútbol de Mercedes tienen su sede social, incluso existen sedes de algunos desafiliados o que participan en otras ligas. Los clubes de básquet también tienen su espacio físico, el lugar donde se va después del partido o donde uno se arrima a veces al mediodía.

Los hombres fueron niños que han ido creciendo vinculados a la vida y los colores del club social y/o deportivo, como tantas mujeres también. Los colores van por la sangre y su equipo es la columna vertebral de su vida, la característica que lo identifica, tanto como su profesión. Fulano, el de tal equipo. Mengano, el que es presidente de aquel club. Sultano, el que juega en tal institución. Perengano, el que jugaba a las bochas y después pidió pase…

Esa es en síntesis buena parte de la vida social sorianense. Ese club donde uno desarrolla un deporte, una pasión, donde uno festeja su cumpleaños, despide la soltería de un amigo o los quince de la hija o donde uno celebró su casamiento. No descubro nada, claro. Es tan común que un botija diga que se va para la sede y que el novio o esposo demore en llegar a casa. ¿Porqué sirve decir estas cosas hoy?

Porque en Mallorca no existe esta sociabilidad. Los clubes no tienen sede. La mayoría entrenan en polideportivos municipales y allí existe un bar-cafetería, pero del polideportivo. No existe esa posibilidad de socializarse en todo sentido con el club de los amores. No hay un espacio físico donde mamar a diario la historia de una institución.

Se realizan cenas generalmente en restaurantes o casas de algún jugador, a veces en el bar del poli. Pero no tienen el espíritu de las sedes sorianenses. Las bodas o reuniones de empresa se hacen en restaurantes y además los cumpleaños de quince de la niña no se festejan de la manera nuestra. Los equipos de básquetbol tampoco tienen sede. Los dirigentes no se ven al mediodía para liquidar algún tema y los jugadores se comunicarán de cualquier forma menos junto al clásico mostrador o billar o mesa de cartas, allí donde entre alguna bandideada se va curtiendo el cuero del parroquiano y se va gestando el amor puro por los colores del club.

La sociabilidad en Mallorca se da de otra manera. España es una tierra de bares-cafetería por doquier en donde se sientan hombres y mujeres por igual, a diferencia grande de los clásicos bares sorianenses, históricamente hechos para hombres. La comunicación es diferente, ni mejor ni peor.

Pero para uno que en Soriano siempre tiene como referencia la sede del club, se siente el tema tan distinto que en este caso sí se extraña. Este es uno de los aspectos por los cuales argentinos o uruguayos suelen no acomodarse del todo en su relacionamiento con la nueva tierra de acogida. Hay una socialización diferente, se genera de otra manera.

Además, el “vení a casa a tomar unos mates” se transforma en “nos vemos en el bar y tomamos un café”. Tal vez por esa costumbre nos resulte a los latinos del sur muy fácil abrirle las puertas de nuestra casa a una persona y tal vez por eso resulte más difícil a los mallorquines abrirte las puertas de su casa. Pero ninguna de las dos cosas es mejor o peor. Simplemente que uno se crió de una manera y pasó a vivir de otra. Cada sociedad va fabricando sus propias maneras de ser.

Quizás sea por eso que se considera que el latino americano es más “cariñoso” en su manera de ser.

Quizás por esto no haya caravanas de campeones exhibiendo su orgullo mientras se saluda a sus clubes hermanos.

viernes, 12 de febrero de 2010

"CARTAS" - "El libro perdido" (relato 22)

Alguna vez hemos leído libros. A pesar de los tiempos modernos, tener un libro y leerlo o releerlo es y creo que seguirá siendo disfrutable.

Hace 22 años Hernán me prestó un libro que releo de vez en cuando. Hace unos diez años Darío me prestó otro que también releo de vez en cuando. A esta altura será difícil que se los devuelva. Una expropiación, prácticamente. Hace 4 años Justo Pastor decidió, acertadamente, regalarme un libro discepoliano. Ya sabía el viejo maestro del tema éste. También cruzó el océano y lo sigo releyendo de vez en cuando.

Uno también ha prestado libros sin retorno. Como todo el mundo. O ha regalado libros, identificándose con el mensaje para estar más cerca de la otra persona. Y seguramente, como todo el mundo, el tiempo te hace olvidar incluso de los libros prestados. Quizás Hernán y Darío ya ni se acuerden.

Camilo, hijo mío, me comentó sobre “El libro perdido”, pues encontró uno que luego leyó. Próximo al Día del Libro (en los abriles) el municipio calvianer sugiere que “pierdas” tus libros en lugares públicos, creándose un círculo de lectores mágico y casi desconocido.

Puedes volver a perderlo luego de la lectura. Una manera de “perder” tu mensaje a través del libro preferido. No está mal entonces desprenderse así de algunos libros, aunque sea de vez en cuando. Incluso hasta podrías “perder” este.

Pero volviendo, por lo pronto no me he encontrado ninguno, a pesar que miro bastante.

Habrá que seguir pidiendo prestado.

domingo, 7 de febrero de 2010

Del Prof. Alfredo Sáez

El sábado 6 de febrero 2010 el Prof. Alfredo Sáez publicó en su blog los comentarios que hice sobre su libro, con la siguiente introducción:
"Gracias, Federico, ¡amigo!
Mallorca Balear, mar, nubes y nostalgias peregrinas... y Federico leyendo mi "Historias de una Sola".

Hoy tuve un placentero momento de felicidad. Mi amigo Federico Marotta, mercedario de la diáspora, residente con alma peregrina en Mallorca, publicó en su sitio blog un comentario sobre mi libro "Historias de una Sola".
Deben figurar las palabras de su juicio liminar -que estimo profundamente- en mis "charadas", donde edito lo que me es grato, grito de mi libertad personal y de mis pulsiones, desequilibradas a veces, armónicas otras." (A. Sáez)

jueves, 4 de febrero de 2010

"Historias de una sola", el libro de Alfredo Sáez

"Es emocionante leer el libro de un amigo"

PROFE, TE TUVE EN MIS MANOS

Más de un año pasó para que tu libro cruzara el charco atlántico y llegara a mis manos. Luego algunas semanas para disponer del tiempo justo para disfrutar de su lectura, en algunos casos re-lectura, pues siempre he sabido de tus escrituras, no sólo conociendo así tu opinión sino también aprendiendo e incluso riendo contigo por tus ocurrentes comentarios, ya conocida tu manera de ser.

Tengo un rinconcito en Santa Ponsa donde tomo sol de invierno y me faltan ojos para ver el mar. Será que siempre vi un río y viví lejos del mar. No tiene la belleza de ese río que viene hacia nosotros desde el Brasil, ya lo sé, pero en su diferencia también transmite sensaciones.

Te tuve en mis manos profesor. Aunque sigo sin entender muy bien el título presté debida atención a la foto de tapa y se transformó en ese momento mágico donde la historia se hace sentir. Vaya historia que tiene Soriano, profesor. A vos te lo voy a contar.

El libro es grande, profe. La verdad que uno no lo puede sostener con una sola mano mucho rato y entonces la lectura debe hacer una pausa. Cuando cambio de posición a veces la vista se me distrae con mis patos de todos los días que pacientemente pescan su comida.

Parece un libro de historia no cronológico. Pero con la historia contada de manera diferente a los libros estudiantiles. Nueva forma de enseñanza podría vislumbrarse.

Me disponía a saltearme una de las primeras notas, referidas a los italianos en Mercedes. Pero como ya sabía que nombrabas por ahí un antecesor pariente mío, de los de la banda musical, quise volver a recrearme en ella por cuestiones de ego y esta vez le encontré la parte a la cual antes no le había prestado la debida atención.

Me acomodé nuevamente en mi banco, que es una ventana al mar. Volví a acomodar mis manos en los papeles porque sostenerlo cansa. Es que el libro es grande, profe.

Entonces aparecieron esas palabras que me identificaron. Todo lo que uno piensa estaba en la nota del Charo y así “re-copio”:

“el francés Montaigne en sus célebres “Ensayos” enseñó que no es motivo de vergüenza copiar si se comparte un mismo pensamiento. Copiemos, pues, siendo alegato compensatorio ofrecer al lector lo más hermoso que hemos leído sobre la vida y pasión del emigrante en la tocante e inolvidable prosa de Carlos Maggi: “somos hijos de una audacia inicial, de una inmensa desolación, de un pasmo pavoroso. Cuando alguien recibe el bautismo de un océano y queda solo y desamparado del otro lado del mar, este escalofrío se fija en su alma para siempre y secretamente lo irá transmitiendo a sus hijos y de éstos a sus descendientes. No se emigra por un ratito; se pone la totalidad del futuro en esa apuesta.

Cualquiera de sus actos –no sabe cuál- puede acarrearle la hostilidad de los demás. Una pregunta, un gesto, el modo de ponerse el sombrero puede dejarlo en ridículo. A todo debe hacer frente sin medios económicos, alarmándose cada día por hallar dónde cobijarse y qué comer.

Para un inmigrante la vida se hace combate, improvisación, defensa, hecho inminente. Los instintos se agudizan. Cuenta con muy poco: poco dinero, pocos conocimientos, pocos amigos, pocos parientes. Debe prevenirse y abundar en sospechas, debe vivir en estado de duda general. La suspicacia, la cautela, la astucia, son sus primeras defensas. Debe salir a ganar, para eso vino. Avanza a tientas o se entrega y muere. De esta experiencia total –atroz y deliciosa- nace lo que dimos en llamar “viveza criolla”, o sea la capacidad de tener buenos reflejos mentales.

El hijo de inmigrante o descendiente cercano no es más inteligente, pero se tiene algo así como mejor entrenamiento. Como en el fondo teme el engaño y la emboscada, busca el lado flaco del otro. La cachada nace de ahí. El cachador siente miedo que lo tomen por bobo. En el fondo la cachada es una venganza. El cachador piensa sin pensar: yo, hijo o nieto de aquel gaita bruto o de aquel cocoliche ridículo, ahora estoy adaptado y a mí no me hacen lo que le hicieron al viejo” (De “El Uruguay y su gente”, editorial Alfa).

Demás está decirte, Alfredo, que me enorgullece ser parte de tu libro, con la historia de los José y demás orientales. Es más, me siento honrado y emocionado. Te lo agradezco sencilla y sensiblemente. Gracias por contar conmigo, profe, como alguna otra vez también.

Anduve luego salteándome tus notas más para adelante, vuelta para atrás, porque no pude seguir el hilo de lo lógico. El Charo había alterado mi estado de ánimo y pasajeramente así, emocionado. No sé que se hicieron los patos mientras el sol caía.

Me faltan leer notas, Alfredo, porque el libro es grande, no me pidas que lo lea en una sola tarde. En pocas o muchas cosas tal vez no coincidamos pero la tolerancia y el respeto al pensamiento ajeno también guían mis pasos, como los tuyos, ya lo creo.

Pero te aseguro, profe, que te tuve en mis manos. Te toqué. Te diría que estabas sentado a mi lado. Tu libro es una perfecta continuación de tu persona.

Lo otro maravilloso es poder leer el libro de un amigo, escrito con pasión, sabiduría, sentimiento y rabia también. Creo que los mercedarios solemos ser comunicadores por naturaleza y nada mejor que un libro para expresar pensamientos y sensibilidades. Es posible que nunca puedas mejorar este regalo que me has hecho.

Decididamente Alfredo, tu libro es grande.

lunes, 1 de febrero de 2010

"CARTAS" - "El muchacho que fui que responda" (relato 21)

"¿Dónde estarán los zapatos aquellos, que tuve y anduve con ellos?"
El hombre estaba solo mirando el mar, en un alto en el camino. Una vista impresionante del Mediterráneo en el paseo por la Sierra de la Tramuntana, en la hermosa Mallorca. Desde lo alto mirando el mar, al borde de la carretera que lleva a miles de turistas años tras año para observar la belleza de la naturaleza.
Pasas por un par de pueblos típicamente mallorquines, con casas de puertas y ventanas verdes. Pero el sabor verdadero del paseo, en el sinuoso camino de la sierra, está en las vistas al mar.
Ubicado a prudente distancia del hombre escucho unas guitarras conocidas y surge desde dentro de un coche la voz de Alfredo hablando de candombes y de olvidos.
No sabe uno qué dramas interiores estaría viviendo aquel hombre. Pero su reencuentro a través de la música y del mar, en su soledad, era evidente.
Parecía no percatarse de presencia alguna, porque ni se inmutó. Sólo miraba el mar, quizás más allá del mar, en una suerte de éxtasis.
Al rato sólo dije adiós y él recién ahí giró un poco la cabeza y apenas levantó una mano. Fue el diálogo mantenido. Me pareció ver unos ojos brillosos. No estoy seguro, sólo me pareció.
No sé quien era. No intenté acercarme.
Sólo compartí unos minutos en cómplice silencio, con el mar como excusa.
Habrá seguido inmerso en su propia historia, una de las miles de diferentes historias emigrantes. Parecía calmar su dolor interior con evocación y nostalgia.
Quizás no era como la nostalgia que entiendo, la que es mejor transformar en recuerdos que alienten a disfrutar de lo nuevo.
Me pareció más bien una nostalgia martirizante, qué se yo.
"El candombe del olvido, tal vez si yo le pido, un recuerdo, me devuelva lo perdido".
Tal vez vos sí le hubieses hablado.